¿Existe una explosión del diseño tipográfico en Latinoamérica?
Latinoamérica no tiene la tradición tipográfica europea, nacida en los orígenes de la imprenta. Ni la norteamericana, que se remonta al siglo XIX. La tipografía latinoamericana empezó a constituirse hace pocos años y está poniéndose al día. Quizás parezca una explosión, pero se trata del ingreso de nuevos diseñadores en el mismo mercado tipográfico de siempre.
Ante esa situación, es necesario revisar y actualizar los programas de enseñanza en la región, aunar competencias académicas con políticas de innovación y desarrollo, sumadas a la promoción de industrias culturales. Instituciones, empresas y promotores que acepten estos desafíos y se animen a pegar el salto.
Ejemplo de ello es la Carrera de Diseño Gráfico de la Universidad de Buenos Aires, donde la asignatura Tipografía se imparte con una saludable variedad de enfoques. También lo son las actividades que promueve la Bienal Tipos Latinos, constituyendo una vidriera internacional que contextualiza y pone en valor la producción tipográfica de Latinoamérica.
¿Cómo se vincula la especialización en tipografía con la realidad del mercado?
Supongamos un entorno económico y social como el argentino, o el de un país similar. Pensemos en un proyecto dirigido al público urbano de Buenos Aires, Madrid, São Paulo o ciudades así. Imaginemos un público con acceso a internet y a medios de comunicación. Y empresas medianas o grandes, con presencia mediática.
Las computadoras, los medios de comunicación y desde hace tiempo internet han modificado el panorama del diseño, si lo comparamos con lo que sucedía en la segunda mitad del siglo pasado. En este nuevo contexto, el mercado se ha familiarizado con ciertos patrones tipográficos. Los consumidores pueden desconocer motivos y responsables, pero igualmente exigen una calidad que las empresas no pueden desatender. En este proceso adquiere relevancia la tarea de los especialistas.
Como complemento académico, en los últimos diez años se han institucionalizado estudios de posgrado (principalmente en Buenos Aires) que contribuyen al acercamiento entre mercado, proyecto y producto. Es decir: profundizan y enriquecen los vínculos entre la realidad del mercado y la especialización en tipografía. Dos casos concretos son la Maestría de Diseño de Comunicación y la Carrera de Diseño de Tipografía, ambas en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires.
Si el usuario tiene claro para qué necesita una tipografía, podrá evaluar si su calidad se ajusta al proyecto en términos estilísticos, estéticos y funcionales: si la tipografía ofrece variables de peso, inclinación y ancho que cubran sus necesidades. Tomemos por caso una etiqueta o un envase: si la tipografía tiene el estilo adecuado y presenta ligaduras o signos especiales que destacan la identidad del producto. En el caso de proyectos multilingües, o de convivencia de mensajes en plataformas distintas, puede requerirse un análisis específico y llegado el punto, encargar al diseñador ajustes a medida, según el uso específico de las tipografías. En síntesis: la calidad de una familia va de la mano de la efectividad de su uso y su aplicación.
También se puede evaluar qué prestaciones ofrece y cuánto cuesta. Las licencias por el uso de una familia tipográfica son bastante accesibles, incluso existen algunas gratuitas. Pero conviene asegurarse de que esas tipografías no presenten defectos de fabricación: que no le falten signos, que funcionen correctamente en el sistema operativo, que no causen problemas al imprimir o al producir documentos digitales. Si el usuario es un diseñador gráfico, posiblemente sepa controlar la situación. De lo contrario, convendría buscar asesoramiento profesional.
© Clarín ARQ. Publicado en DNI, revista de diseño nacional e internacional. Septiembre de 2010.