El seleccionado argentino, dirigido por Alejandro Paul, formó con Eduardo Manso, Eduardo Tunni, José Scaglione, Alejandro Lo Celso y Pablo Cosgaya. El chileno, dirigido por Francisco Gálvez, formó con Rodrigo Ramírez, Tono Rojas, Kote Soto, Javier Vergara y Felipe Cáceres. El arbitraje internacional estuvo a cargo de Andreu Balius. Finalizado el partido, entre junio y julio de 2007, se realizó esta entrevista exclusiva a Francisco Gálvez (DT de Chile) y a Alejandro Paul (DT de Argentina)
¿Qué le pidieron a sus jugadores?
FG: En la primera reunión acordamos que debíamos ganar caracteres generadores de formas. Por ello propusimos la letra a: de ahí se obtenían d, b, p, q y g (la fuente es itálica) y n: de ahí se obtenía h, i, r, m, y l. Lo mismo con H y la R, de las que pueden deducirse otras letras. Cada jugador tenía su prioridad, pero rotábamos tareas o repetíamos caracteres en los que podíamos hacer aportes. Así era fácil elegir qué enviar. No daré nombres por secreto de camarín (...). Si alguien fallaba, allí estaba cualquiera que podía suplirlo. Esto permitió llevar la mano del diseño, sobre todo al comienzo.
AP: En las primeras jugadas pedí técnica. Y allí se nos fue la pelota afuera de la cancha. Arrancamos por el lado del texto y la pelota era display: Quedamos en desventaja. Ya acomodados en el juego, la estrategia fue jugar con el reglamento y la puntuación en jugadas alternativas, además de empujar la pelota fuera del terreno holandés que le restaba originalidad al proyecto. Cuando vimos que Chile descuidaba el campo central del tablero, nos adueñamos de la cancha y del alfabeto.
¿Qué característica del otro equipo destaca?
FG: Además de tener estrellas, siempre nos pareció una pesadilla la cantidad de caracteres que enviaba Argentina. De todas formas, la relación entrega-aceptación no era alta en relación a la nuestra (enviábamos menos y se aceptaban más). Cuando nos sobrepasaron, nos sorprendió el giro de algunos caracteres que determinaron el desarrollo de las mayúsculas, donde estábamos más débiles. Me refiero a J y L. Otros caracteres notables fueron las primeras fracciones, el primer florón, la z y la k minúsculas, las letras griegas (pi, omega, etc.) por su delicadeza de formas. También nos sorprendió que mejoraran algunas letras que entregamos. Se notaba el talento de nuestros contrincantes y nos exigía estar a la altura.
AP: Destaco la plasticidad de alguno de los signos de Chile. Sobre todo en el arranque, cuando impusieron su propuesta. Luego se vieron superados por nuestra regularidad. Fueron pícaros en las jugadas finales y como todos sabemos, los codazos que el árbitro no ve, no son sancionados. Y la hinchada disfruta eso. Chile empezó jugando como un país europeo y terminó haciendo lo que se critica al fútbol argentino.
¿Cuál de las 8 jugadas le pareció más interesante?
FG: Ninguna. Cada una tuvo lo suyo. Fueron distintas entre sí. Ambos bandos esperábamos con ansiedad la entrega del rival (...). Esa sensación se mantuvo hasta el final. Por eso ninguna jugada fue mejor, simplemente distinta. Cuando propusimos el ductus continuo sobre las letras de Balius, se comentó que era parecido a lo de Underware, cosa discutible. Ellos no crearon ese estilo de signos... Pueden revisar el catálogo de Photo-Lettering de los 60, las rotulaciones de los 50 o el trabajo de rotulistas locales. Al comparar las estructuras de Clara y Bello habría que estar ciego para afirmar eso. La sensación puede originarse en que pertenecen a la misma categoría. Pero Clara es una fuente especial.
AP: Creo que las mejores jugadas argentinas fueron la 4 y la 6. Argentina se adueñó de la pelota y Chile se limitó a hacer goles con abreviaturas.
¿Qué opina del resultado final?
FG: Es un juego. Pese a que la puntuación impedía que nadie se escapara, el resultado no refleja nada respecto a los equipos. Al principio lo tomé en serio, pero luego me relajé. Me percaté de que era una humorada, un juego. No fue un curso de diseño tipográfico, no tenía perfil académico ni didáctico. La hinchada nos divertía... De hecho, el árbitro no entendió la serie de notas musicales que enviamos a solicitud del técnico argentino.
AP: No me pareció justo: el empate técnico no existe. Fue más difícil que ir a cantar al Festival de Viña del Mar. La presión de la hinchada chilena y la localía se hicieron valer. Hubo desaciertos en los métodos de puntuación pero creo que se irán puliendo en próximos encuentros. El resultado es positivo porque nos permitió volcar pasiones, trabajar en equipo y divertirnos mucho, sobre todo en los vestuarios.
¿Qué aspectos rescata de la iniciativa de Demo?
FG: Lo bueno: Fue un aprendizaje potente (imagino que para el equipo argentino habrá sido igual). Entramos en contacto con la mano, ideas, técnica e imaginería de cada uno (...). Lo pasamos bien al pensar cada jugada. Las reglas tuvieron sus traspiés, pero el proceso se dio natural. Destaco la experiencia colectiva y transnacional de hacer una fuente, porque se cruzan criterios que permiten una mirada más profunda de nuestro trabajo y evita que nos quedemos en la inmediatez del resultado (...). Lo malo: Las discusiones en torno a cada validación del árbitro. Entendíamos que Balius no estaba con una pantalla siguiendo el partido, podía equivocarse (según el punto de vista de cada equipo). Había que aceptarlo y no discutir si la puntuación estaba bien o si algunos caracteres debían colocarse o no (...). A propósito, esperamos el asterisco del árbitro: ¿Podremos objetar su inclusión a la fuente, si no nos parece?
AP: La idea es genial, única y bien latina. La competencia, los egos, las pasiones, las gambetas, las picardías... Todos componentes de nuestra idiosincracia a flor de piel. Y luego la idea de la fiesta. Otro ejemplo de que en estas tierras con muy poco hacemos mucho.
© Pablo Cosgaya y revista Visual.